sábado, 5 de marzo de 2011

Asturias, patria querida...

Después de un largo trimestre que todavía no ha terminado, el gremio de los maestros disfrutamos por fin de uno de esos fines de semana que a todo el mundo arranca la expresión "¡Cómo viven los maestros!". Sí, los carnavales. Por ello no podía dejar escapar estos días de asueto sin realizar un "pequeño" viaje. Esta vez nos decidimos por Asturias, por su paisaje, su gastronomía y, principalmente, porque algunos de mis acompañantes no lo conocían.

Esta mañana hemos madrugado para poder llegar a una hora decente a Oviedo. A las 8,30AM tras recoger al resto de los intrépidos viajeros, cargar el depósito y hacer las oportunas comprobaciones al coche, nos pusimos en camino. Todo hacía temer que el tiempo no acompañaría, pues durante el camino llovió, hubo niebla y nadie me daba conversación... ¡Gracias compañeros!
En la llegada a Oviedo recogimos a Reyes, (para nosotros "Queens") que había estado toda la semana tocando el arpa con una orquesta, que es la que nos enseñó y nos guió por la ciudad de Oviedo. Lo más bullicioso, el mercado, donde hice acopio de unas típicas fabes y el compango para la próxima comida familiar. Lo más folclórico, la plaza del Ayuntamiento, donde un grupo tocaba la gaita y bailaba danzas típicas. Lo más cultural, la estatua de La Regenta en la Plaza de la Catedral. Lo más rico, las raciones que nos metimos entre pecho y espalda en el Boulevard de la Sidra: un choricito al vino, pastel de cabracho, unas "cocretas", pollo al ajillo y una sartén de huevos rotos con entrecot. Todo bien regado por unas cuantas botellas de sidra y su postre, arroz con leche y diversas tartas.
Tuvimos que hacer un esfuerzo para levantarnos y coger el coche para ir a la última visita guiada a Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo a las 4,30PM, en el Monte Naranco.

Una guía muy agradable y "muy asturiana" nos explicó la construcción, las funciones y la recuperación principalmente de sendos monumentos mientras se ofrecía a resolver cualquier "preguntina" que tuvieramos. Sólo en este momento empezó a llover, cuando subimos a lo alto del Monte del Naranco y poder disfrutar de unas preciosas vistas. Esta vez, a Murphy, le salió el tiro por la culata pues, aunque apenas pudimos ver todo el paisaje, el cielo nos regaló un potente y completo arcoiris. (Aquí podéis seguir otras aventuras por las que no me llevo bien con Murphy).
Después Anika y yo nos fuimos a conocer a la familia encantadora "CouchSurfing" que nos iba a acoger durante dos noches.
Ana, Luis y el pequeño Gonzalo son paraguayos, y nos acogieron con los brazos abiertos haciéndonos sentir como en casa. Unas pizzas caseras y una amena y agradable conversación pusieron fin al primer y largo día de viaje en este fin de semana

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